lunes, 5 de mayo de 2014

Fray Langostino pasa el cepillo

viernes, 25 de abril de 2014

El 'big bang' de la religión

El 'big bang' de la religión


Las procesiones de Semana Santa son una de las manifestaciones religiosas que más llaman la atención de los antropólogos por la intensidad emocional manifestada en público y los sentimientos colectivos que en ellas afloran. Pero vayamos atrás varios miles de años para aprender un poco sobre ellas.

El Cachorro, sobre una canastilla iluminada por candelabros de guardabrisas. El Cachorro, sobre una canastilla iluminada por candelabros de guardabrisas.
A pesar de que las grandes religiones que existen en la actualidad nacieron todas en un periodo de la Historia muy concreto no muy lejano para los millones de años de nuestra espcie, algunos científicos rastrean sus verdaderas raíces no en Adán y Eva, sino en el mismísimo origen o 'Big Bang' del 'Homo sapiens', ya que las creencias son un fenómeno universal.

Las religiones son un excelente pegamento social. Para las primeras bandas de cazadores-recolectores es fácil imaginarse las funciones que cumplieron aquellos primeros sistemas de creencias a la hora de adaptarse y sobrevivir. Las ceremonias son muy útiles para resolver riñas y conflictos que pueden darse en el seno de las sociedades. De ahí seguramente que casi todas las celebraciones de este tipo incluyen algún momento similar al tradicional "darse la paz" de las misas católicas. Las celebraciones han sido usadas como métodos de resolución de conflictos por diversas sociedades del mundo. El biólogo David Wilson cree que el hecho de que el altruismo fuera una de las claves del éxito de nuestra especie frente a otras que compartieron territorio con nosotros, habría beneficiado el desarrollo de comportamientos prosociales como la generosidad y la religión.

Los antropólogos creemos que las religiones también sirven de gobierno invisible cuando las poblaciones son muy reducidas como para desarrollar jefaturas o estados propios, los cuales requieren profesionales dedicados en exclusiva a la administración. En las bandas, las religiones generaban lazos entre las personas que las animaban a anteponer a la comunidad a los intereses individuales, llegando a dar tu vida en caso de un ataque extranjero. Una vez implantada la agricultura, la religión organizaba las labores necesarias para su desarrollo. Por eso son típicos los festivales que coinciden con épocas de cosecha y siembra.

Al estar en ventaja, estos grupos reforzados por sistemas de creencias compartidos habrían prevalecido frente a los que no. Desde la Teoría de Selección Natural, esto significa que los primeros habrían pasado sus genes a la siguientes generaciones y los segundos no. Por esta razón, algunos científicos buscan el gen de la religión. De acuerdo a esta hipótesis, la religión está insertada en nuestro circuito neuronal desde hace miles de años y venimos al mundo con una predisposición a abrazarlas.

Sin entrar en el debate de la existencia de Dios y las prácticas concretas de algunas religiones, lo cierto es que se han evocado mucho sus defectos pero poco las virtudes que ha tenido en la adaptación de nuestra especie, como es el caso de su efecto pacificador y cohesionador en algunos periodos de la Historia.



Comentario a la nota de un tal Golom:

El señor Herreros trae a colación la función social de aglutinante de la religión con motivo de la celebración de la Semana Santa de los cristianos y, hace una valoración, creo que justa, al final de su artículo sobre aspectos positivos no siempre reconocidos a la misma. Se refiere a un balance en el largo recorrido del homo sapiens (~200.000 años); pero téngase en cuenta que los homininos llevaban habitando el planeta otros cinco millones de años. Sin llegar a los orígenes de nuestro género, ya han quedado de manifiesto como por ejemplo en el yacimiento de Atapuerca, vestigios de religiosidad en al menos hace 800.000 años; lo que está de acuerdo con su tesis. Los comentaristas que me anteceden, salvando la opinión #9, que manifiesta humildemente su ignorancia y expresa sus dudas, en algún caso abiertamente, tildan de ignorante al articulista. Argumentan con los tópicos históricos del último milenio para desacreditar la opinión del señor Herreros, pero ignoran la función de la religión a lo largo de la prehistoria. El comentarista que expone la actual guerra de religiones en centroafrica, confunde el papel de una religión dentro de una sociedad y, otra el choque de sociedades o culturas impregnadas por distintos credos religiosos. En fin, observo ante este tipo de opiniones una Ilustración mal digerida y bastante ignorancia al escribir; lo contrario que el/la opinante #9.

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/yomono/2014/04/12/el-big-bang-de-la-religion.html

martes, 4 de marzo de 2014

El documental de 2006 de la BBC que ya advertía de lo que ahora se ha hecho eco la ONU:

la complicidad, el ocultamiento y la nula colaboración con la justicia civil primando antes el prestigio de la institución que el bienestar de las víctimas. Según la propia ONU, nada parece haber cambiado en estos 8 años
(está doblado al castellano)

jueves, 20 de febrero de 2014

Los católicos españoles y su incoherencia

Según esta encuesta realizada para la cadena Univisón, los católios españoles están en contra de muchos de los principios de la religión a la que dicen pertenecer ¿Por qué son católicos entonces? Pero la incoherencia no acaba ahí, es que a la vez aplauden la gestión del papa que no hace nada por cambiar la iglesia ya que no ha tomado ninguna medida

jueves, 9 de enero de 2014

Una verdad incómoda (un breve artículo de Droblo)

"Sabemos empíricamente que la vida después de la muerte no existe.
Por más que no nos guste reconocerlo un neurocirujano cuando abre un cerebro sabe donde están nuestra memoria, inteligencia, emociones…son zonas físicas que si por descuido las toca pueden trastocarnos completamente.
Y no son creencias, lo sabemos.
 
Igual sabemos que la mayor parte de nuestras emociones (y no digo todas porque aún se tiene que investigar más) son producto de reacciones químicas provocadas por las hormonas, hasta el punto de que una persona sin una hormona concreta puede cambiar completamente su carácter.
Y no son creencias, lo sabemos.
 
Así pues, sabemos que cuando muere el cerebro y cuando mueren esas reacciones químicas se muere nuestro yo, y lo sabemos porque el soporte físico es lo que da vida a nuestra conciencia (sentimientos, recuerdos sueños etc.)
Sin los elementos de nuestro cuerpo físico no podemos recordar, ni pensar ni sentir porque no existiríamos.
Y no son creencias, lo sabemos.
 
Abrazarnos a la ilusión de que eso no es así cuando nuestros conocimientos científicos y lógicos nos indican lo contrario es no querer aceptar la verdad.
Y entiendo que la dureza de esa conclusión haya llevado desde tiempos remotos al hombre a inventarse dioses pero eso lo único que demuestra es que Dios es un invento del hombre y no al revés."

*-* 
Muy recomendable leer los comentarios de la fuente original del escrito:  

martes, 26 de noviembre de 2013

Interesante texto

Fernando Díaz Villanueva.-


Los seres humanos tenemos cierta inclinación a creernos todo aquello que nos reconforta y que nos ofrece soluciones sencillas a los problemas de la vida, que suelen ser bastante complejos, y a veces irresolubles. Esa es la razón por la que reputamos como ciertas las predicciones que hacen los horóscopos y nos regodeamos con historias fantásticas, a las que solemos otorgar un crédito ilimitado.


En tiempos pasados, cuando el hombre aún no controlaba ni entendía las, al menos aparentemente, fuerzas ciegas de la naturaleza, creer en lo sobrenatural era algo de obligado cumplimiento. Si, por ejemplo, se desataba una tormenta en alta mar, los marinos fantaseaban con dioses enfurecidos, ajustes de cuentas en el Olimpo o criaturas espeluznantes dispuestas a darse un festín con los restos del inminente naufragio. Se creían todo eso y mucho más. El mundo era, de hecho ha sido durante cientos de miles de años, un lugar oscuro y lleno de misterios que escapaban al entendimiento de los mortales. 

A mediados del siglo XVII la ciencia, esa veta del pensamiento humano que consiste en emplear un método racional para llegar a conclusiones universalmente válidas, empezó a poner luz donde antes había tinieblas. Así, los temporales dejaron de ser sucesos extraños desatados por voluntades sobrehumanas y empezaron a ser, simplemente, fenómenos atmosféricos, cuyas causas eran mucho más mundanas que divinas. Y así con casi todo lo que a nuestros antepasados les quitaba las ganas de comer, de dormir y hasta de hacerse a la mar.

Ahora bien, todo lo que hemos aprendido en los últimos tres siglos no ha servido de mucho, si reparamos en la inevitable sección de astrología de cualquier diario, o en la amplísima colección de creencias infundadas, irracionales y estúpidas desperdigada por la literatura contemporánea, la televisión o el cine. Creer en supercherías es muy común y hasta considerado de buen gusto, pero lo peor de todo es que, para los adictos a lo paranormal, sus creencias tienen tanta autoridad como la Ley de la Gravitación Universal.

Esto es un hecho indiscutible que pone a los científicos en jaque y al mundo moderno en evidencia. Por ello, todo esfuerzo encaminado a desmontar las falacias de las pseudociencias y a combatir las supersticiones atávicas que anidan en el alma humana es bienvenido. Porque la inmensa estafa de lo paranormal no sólo se queda en lo intelectual, que eso hasta podría perdonarse; es que los apóstoles de la Nueva Era, los caraduras del zodiaco, las cartas astrales y los fenómenos ocultos y presuntamente inexplicables se hacen de oro. Millones de euros mueven cada año los nuevos nigromantes, que cabalgan satisfechos aprovechándose de la ignorancia, la ilusión y, las más de las veces, la desesperación de muchas personas necesitadas de respuestas inmediatas y tranquilizadoras para las incertidumbres de la vida, que son muchas y muy amargas.